Los meteoritos esporádicos, de los que no se puede predecir su aparición, son los restos de los últimos representantes del fenómeno que originó el sistema solar, que deambulan por el espacio sideral desde hace unos 4.500 millones de años. En cambio, los meteoritos de enjambres están asociados a restos de cometas, y siguen las mismas trayectorias alrededor del Sol. Los meteoritos esporádicos presentan las más variadas dimensiones y formas; los de enjambres son "idénticos": los son sus trayectorias sensiblemente paralelas pues parecen provenir de un mismo lugar del cielo. A dicho lugar, del cual aprecen emerger, se lo llama punto radiante, o simplemente radiante, y se trata de un efecto de perspectiva, pues la Tierra al cruzar uno de tales enjambres, lo hace unas veces frontalmente, y otras oblicuamente. Si la oblicuidad es pronunciada, un astrolito puede llegar a penetrar y luego salir de la capa de aire. Los que llegan más de frente penetran en su interior, volatilizándose luego por el calor del roce, mucho antes de llegar al suelo.
La figura muestra una lluvia de estrellas fugaces cuyo punto radiante se encuentra situado en la constelación zodiacal del León, y coincide sensiblemente con la órbita del cometa periódico Tempel. Las trayectorias de las lluvias meteóricas son paralelas. Su aparente divergencia es un efecto de perspectiva.
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